Proyecto invierno 2025

Les proponemos que, a partir de una historia contada solo con sonidos, puedan recorrerla e imaginar cómo se vería ese mundo: qué cosas pasan allí, cómo son los lugares, los personajes… e incluso cómo serían ustedes mismos si vivieran en ese lugar.
Al final, los invitamos a dibujar la historia en forma de historieta. Pueden contarla completa o elegir los fragmentos que más les gustaron. También pueden crear una versión alternativa, inventada por ustedes, a partir de lo que escucharon.

📖 Recomendaciones para explorar las historias

  • Escuchá la historia más de una vez y, si podés, leé también el texto completo. Leer mientras escuchás te va a ayudar a imaginar mejor y recordar más detalles.

  • Si encontrás palabras que no entendés, buscá qué significan o preguntá. Así como cuantos más colores tenemos, mejor podemos pintar, cuantas más palabras conocemos, mejor contamos lo que imaginamos.

  • Después de escuchar la introducción (donde se explica cómo empieza la aventura), podés elegir cualquiera de las 4 historias… o escucharlas todas y decidir cuál querés dibujar.

  • Cuando ya las hayas escuchado, podés seguir la guía de consignas para empezar a trabajar.

Podés probarlas todas antes de decidirte con cual trabajar, de hecho sería genial que puedas escucharlas/leerlas a todas antes de elegir.

LA PUERTA DE PIEDRA

LA PUERTA DE AGUA

LA PUERTA DEL VIENTO

LA PUERTA DE FUEGO

EL CLUB DE LAS 4 PUERTAS

Existen muchas realidades, algunas completamente diferentes a la tuya, mundos completamente extraños. Pero otras podrían ser muy parecidas a la realidad en la que vivís vos… pero claro, muy parecidas no quiere decir iguales .

Por ejemplo, en la ciudad de Neuquén, en la calle Santa Fe 570, planta baja, existe TRAMA,

un taller de dibujo narrativo. Pero en otras realidades, quizá encontrarías algo distinto, apenas un poco diferente... ¿o quizá no tanto?

Desde afuera, la sede del Club de las 4 Puertas parece un lugar bastante normal, con ventanas que dan a la calle y un timbre anaranjado que a veces funciona y a veces no.

Vos ya conocés el camino. Llegás con el cuaderno de viaje en la mochila y las manos un poco frías.

Te abre la puerta el conocido señor Cheng, el portero: un chino que casi siempre sonríe hasta que sus ojos se vuelven dos rayitas. Cheng dice tener más de doscientos años de edad, aunque nadie le cree.

Entrás al salón principal, donde ya hay varios miembros del Club sentados a la mesa.

Hay galletitas y una pava humeante en el centro de la mesa redonda. Es la hora del té. Alrededor, los miembros del Club charlan en voz baja, hojean mapas extraños, garabatean símbolos en los bordes de una servilleta, hacen bromas, ríen o cuentan aventuras imposibles.

En el fondo del salón hay cuatro puertas, cada una con un símbolo. Son puertas que parecen comunes, propias de una casa vieja como aquella, dispuestas una al lado de la otra. Vos conocés muy bien cada símbolo: el de la Puerta de Fuego, el de la Puerta de Piedra, el de la Puerta de Agua y el de la Puerta del Viento.

Cada vez que se abre una puerta, esta comunica a un mundo diferente. Cada mundo tiene sus propias reglas, criaturas, peligros y secretos. Casi nunca las puertas llevan al mismo lugar dos veces. Son pocos los que pueden dirigirlas para ir adonde desean. Dicen que el señor Cheng conoce la manera de hacerlo, pero si se le pregunta, solo sonríe con sus ojos chinos y no dice nada.

Al entrar, te colgás del cuello la medalla del Club: un círculo grabado con el símbolo que distingue a los miembros del Club de las 4 Puertas.

Después de charlar un rato con tus compañeros, van preparando sus mochilas y, de a poco, todos eligen una puerta y la cruzan para explorar y cartografiar nuevos mundos.

Cuando atravesás las puertas, seguís siendo vos mismo, pero también te transformás. Te volvés un poco parte de cada mundo. A veces te llegan recuerdos nuevos, o cambia tu aspecto, o te volvés parte de una historia que ya había empezado antes de que llegaras. Reconocés algunas cosas, pero no todo. Hay cosas que deberás descubrir por vos mismo, y otras que quizá permanezcan ocultas hasta que otro explorador las descubra.

Llevás con vos tu cuaderno de viaje. En él vas a registrar lo que veas, los caminos que tomes, los aliados que encuentres, los peligros que enfrentes, las preguntas que nadie más que vos podrá responder.

No hay dos viajes iguales. Incluso si alguien elige la misma puerta que vos, el mundo al que llegue lo recibirá de otra manera. Porque los mundos, como las historias, cambian con quien los cuenta.

Y entonces, después de tomarte una taza de té y comerte un par de aritos de azúcar, te ponés la mochila y te parás frente a los cuatro símbolos.

¿Qué puerta vas a elegir esta vez?